Acacia, Rafael y Paco. Testimonio: Francisco Fernandez Victorio
- Emilio Máspero
- 8 jun 2020
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Conocí a Emilio en el primer trimestre (no puedo precisar el día exacto) del año
1959. Mi hermana Acacia, tras una estancia en Paris y nuevamente incorporada al
Ayuntamiento de Madrid del que era funcionaria, invitó a comer a dos
“compañeros” que había conocido en la capital del Sena. Así fue la entrada de
Emilio en la vivienda de la familia sita en el piso quinto izquierda de la calle
General Mola número 28 (actualmente Príncipe de Vergara).
Ni mis padres ni yo conocíamos que la relación entre Acacia y Emilio superaba
los inicios de “mero compañerismo”; ahora bien, creo que mis hermanos gemelos,
los después fallecidos Luis Jesús y José María conocían cuál era la auténtica
situación. La conversación en la comida fue por derroteros sociales y políticos de
“América Latina” término que ,por otra parte , durante el franquismo no era
frecuente, utilizándose el de “Iberoamérica” (para incluir a Brasil o
“Hispanoamérica” (empleado en los textos de bachillerato de formación del
espíritu nacional que postulaba la Falange y del que se había apoderado el
entonces Jefe del Estado.
Tras Emilio, mi hermana trajo a otro compañero que había conocido en Paris (no
recuerdo su nombre) que había conocido en Paris y habló maravillas de Emilio.
Posteriormente mi hermana comunicó a mis padres su noviazgo oficial.
Mis padres no vieron con buenos ojos el noviazgo. Mi padre, religioso donde los
haya, indagó entre sus conocidos referencias sobre Emilio pero he ahí que un
sacerdote (creo que Jesuita) hizo grandes alabanzas de Emilio. Yo recuerdo que
aquel día lo comentó durante la comida familiar por lo que, a la vista de tales
referencias, también mi madre aceptó la decisión de mi hermana.
La boda
Acacia y Emilio se casaron por poderes en la Parroquia de la Concepción de
Madrid (en esta Iglesia (hoy Basílica) nos hemos casado cinco de los seis
hermanos casados). La representación de Emilio recayó en mi padre y los
padrinos fueron mi hermana Manoli y su marido Jaime.
Tras la comida familiar la mayoría de la familia fue al Aeropuerto de Barajas; ni
madre ni yo pudimos acudir a la despidida. Lo que si recuerdo es que mi hermana
Acacia llevaba en mano tres abrigos y que en “falsa falda” portaba una cubertería
de plata de algún regalo.
En Buenos Aires
Acacia, desde que se fue a América, siempre nos escribió cartas comentando las
las incidencias de su vida cuyo matrimonio se inicia en Buenos Aires. Vertió
grandes alabanzas de la familia de Emilio, lo que pude comprobar cuando
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vinieron a España. A mi particularmente me emoción sus vivencias como militar
en la Primera Guerra Europea, matizó que en dicha guerra se respetó al personal
civil, defendiendo que fue una guerra más humana. Contrastaba su seriedad con la
alegría de la madre, típica de su procedencia italiana.
Creo que en esa época vino un compañero sindicalista de Emilio, que le causó
gran impresión a mis padres. Recuerdo la frase de mi padre cuando dijo más o
menos que si los compañeros de Emilio son así. ¡cómo será Emilio!.
Emilio llega a la casa paterna
Durante la primera etapa en Buenos Aires la familia que quedó en Madrid
seguíamos la vida del matrimonio a través de las cartas semanales. Hacia el
otoño Acacia por carta nos anunció la llagada de Emilio a Madrid mientras que
ella se quedaba en Argentina. Era la segunda visita a la casa paterna y esta vez
casi “a bombo y platillo”. Como era la primera visita como cónyuge de mi
hermana Acacia, la casa familiar fue un lugar de encuentro con parientes y
amigos, reinando la curiosidad, pero con tal éxito que entraban en la casa con
cierta curiosidad y no poco escepticismo y salían encantados por su conversación,
modo de pensar y sobre todo descubriendo un porvenir para América por causa de
la labor a realizar (por cierto, Emilio nunca tuvo palabras gruesas contra el
franquismo; antes al contrario me comentó que en una reunión sindical en el
extranjero, sindicalistas catalanes y vascos pretendieron que su representación
fuese, respectivamente como de países catalanes y país vasco, a lo que les
respondieron que su cartel era España con lo que tuvieron que retirar sus trípticos
regionales.
Acacia nos avisó por carta aunque ella no podía trasladarse a Madrid, venía
Emilio que era como si fuera ella misma. Tras la conversación familiar, mi
hermana Manoli en un aparte le hizo la siguiente confidencia más o menos así
“Ahora comprendo la decisión de Acacia”.
Tanto la claridad de su pensamiento como sus proyectos sociales nos dejaron
convencidos de la personalidad del marido de nuestra hermana.
El piso de General Mola como lugar de encuentro
A partir de entonces, el piso de mis padres en Madrid fue visitado por numerosos
compañeros de Emilio para hacer una visita, ponerlos al dia de noticias familiares
y traer su cariño. Fueron bastantes los sindicalistas que aprovechando el viaje a la
OIT se acercaron para traer saludos y cariño. Dagoberto, Planas, Guzman o
Goldsak que recuerde. También hubo alguna que otra reunión política con
políticos de la oposición entonces demócratas cristianos (Peces Barba, Altares) e
incluso Emilio luchó por la puesta en libertad de Julio Cerón, miembro fundador
del Frente de liberación Popular y diplomático (fue rehabilitado por la llegada de
la democracia).
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El sindicalismo clandestino
En las postrimerías del franquismo el sindicalismo clandestino español estaba
dividido. Existía la UGT (socialista) CCOO (comunista) y algunos otros. Con
infraestructura de la organización católica El hogar del Empleado, surgió un
movimiento de sindicalismo cristiano, que luego fue transformándose en USO.
Existía, no obstante este sindicalismo católico que querían conectar con los
sindicalistas cristianos europeos; por ello cuando se enteraron de la llegada a
Madrid de Emilio, buscaron la forma de entrevistarse con él, lo que consiguieron
mediante los buenos oficios de Oscar Alzaga y Cuadernos para el diálogo con los
que yo mantenía una gran simpatía política, De ahí que conocieran que Emilio
cuando venía a Madrid se alojaba en casa se sus suegros. Durante esta época
mantuvo algunas reuniones y cuando Emilio venía a Madrid me llamaba con
antelación para convocar una reunión, lo que hacía como paseante pues los
teléfonos podrían estar intervenidos.
Este sindicalismo hoy es historia pero qué duda cabe que fueron grandes agentes
de traer el sistema democrático a España.
Últimas actuaciones
Cierto día, en casa de mis padres, apareció Emilio vestido de corbata y traje lo que
nunca usaba. Mi madre, muy prudente, no le preguntó a donde iba. A la hora de
comer Emilio comunicó que había visitado a S.M. el Rey de España, quien estaba
muy al tanto de la problemática americana. Como anécdota. Como no tenía coche
oficial fue en taxi. Cuando le dijo que “a la zarzuela” el taxista pensó que era el
teatro y no el Palacio. Hay fotografía de la entrevista.
Creo que también tuvo encuentro con el Papa Juan Pablo II.
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